La película más reciente del mexicano Amat Escalante será recordada por una secuencia: la de un joven colgado del techo al que, después de una buena paliza, le prenden fuego en los genitales. La imagen trastornó a un buen número de críticos en el pasado festival de Cannes, donde Heli, el tercer largometraje del director, inauguró la sección oficial. Ya que no es un ‘spoiler’, la escena era descrita en las notas y era el eje de las opiniones sobre la película (la mayoría no muy amables). Por su representación frontal y sin elipsis, y porque Escalante subraya su carácter de espectáculo al hacer que otros personajes sean testigos de la tortura (uno como advertencia, otros para aprender a aplicarla) la escena dio lugar a un debate previsible sobre el derecho de un director a extender el castigo a sus espectadores, obligándolos a mirar.
Aquellos a su favor defendían la atribución del cine de provocar sensaciones extremas. En el bando contrario, Manohla Dargis, de The New York Times, abandonó su tono imperturbable y escribió que en su primer día en Cannes ya estaba de mal humor. Lo atribuía a haber visto Heli, “una de esas películas de explotación que entregan su violencia envuelta en pretensiones de cine, de arte”.
La crítica
Al ver la película, lo primero que viene a la mente es cómo a veces la crítica –incluso la favorable– se pierde en un laberinto de consideraciones teóricas donde las únicas referencias son otras películas, directores y tendencias de cine. Es cierto que una ficción es un universo autónomo que no debe juzgarse en relación con sus referentes. Sin embargo, quienes vieron en Heli un ejercicio de pornoviolencia –la forma en que Tom Wolfe llamó al sensacionalismo sádico– no toman en cuenta que, para un espectador mexicano, lo que narra Escalante es repulsivo, pero no un shock. Si acaso, lo contrario: Heli es inquietante porque aborda lo que en México se ha convertido en cotidianidad.
El logro de Escalante es haber refinado su estilo para hablar, no de actos violentos, sino de algo más inasible (y, por tanto, aterrador): la existencia amoral y sin pathos de sus perpetradores. Seres no solo apáticos y/o imbéciles, sino que, en casos como los militares coludidos de Heli, tienen la investidura para organizar al país.
La violencia en Heli
Suele decirse que Amat Escalante hereda el estilo de Carlos Reygadas, a quien asistió en la dirección de Batalla en el cielo y que ahora es coproductor de Heli. Heli, sobra decirlo, es espejo de un mundo dolorosamente real.
En una entrevista para The Guardian que puede verse en YouTube, Escalante responde a los cargos de ultraviolento que le hizo la prensa de Cannes (“Que vengan a México y vean”), y de tener la intención de provocar malestar en el público (“Totalmente”). ¿Qué distingue a su película de una foto de decapitados, calcinados o mutilados? O, para responder a Dargis, ¿por qué no es “una de esas películas de explotación”? Porque saca al espectador del estado de negación necesario para habitar y ser funcional en la nueva “normalidad”.
Este choque en la conciencia –no siempre la finalidad de las películas de shock– es una de las aspiraciones del arte a partir de las vanguardias. Las piezas que lo consiguen son reconocidas de una u otra forma, a veces en contra de expectativas y lógica.
Otras ganadoras
Oremio para uruguay
El segundo premio Coral de ficción fue para el filme uruguayo El lugar del hijo, de Manuel Nieto, que también obtuvo los galardosne de Fotografía y el que otorga la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica (Fipresci)
premio especial
El premio especial del jurado recayó en la cinta argentina Wakolda, de la cineasta Lucía Puenzo (directora de XXY, que también se alzó con el galardón a la mejor dirección.
premio para actores
Los galardones de actuación fueron para la ecuatoriana Vanessa Alvario por su interpretación en No robarás...(a menos que sea necesario), y Diego Peretti por su papel en la película argentina La reconstrucción. / EFE
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