Llueven premios internacionales al cine mexicano, pero no van acompañados de más espectadores que acudan a ver películas nacionales, que no acaban de permear en una sociedad mexicana sometida a las producciones estadounidenses.
En el pasado Festival de Cannes y por segundo año consecutivo, un director mexicano lograba el premio al mejor director, Amat Escalante, por su película Heli, una historia que habla de la espiral de violencia en la que cae una familia cuya hija se enamora de un policía relacionado con el narcotráfico.
Todos los focos iluminaron entonces a una generación de cineastas que logra entrar y triunfar en prestigiosos festivales nacionales e internacionales, pero no en las salas de cine de su país. Natalia Beristáin, Sebastián del Amo, Sebastián Hofmann, Carlos Reygadas y Michel Franco son algunos ejemplos.
"Tenemos un cine que está ganando reconocimientos y un lugar en el panorama mundial y nos enfrentamos a la contradicción de que en nuestro país, por las reglas de la exhibición cinematográfica (...), hay muchas películas que no pueden llegar a su público natural", dijo a EFE el director de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), Juan Antonio de la Riva.
Según datos del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), de los 319 estrenos que hubo en el país en 2012, 143 eran películas estadounidenses (el 45 %), pero estas acapararon el 89 % de la asistencia. Los filmes mexicanos solo lograron el 4,79 %.
"El cine mexicano puede gustar más o menos, pero no tiene la posibilidad de que el público sea el que lo elija, no es equitativo.
Entre otras cosas, las películas de EE.UU. vienen con una campaña fuerte de publicidad, y ahí está parte de la inequidad", añadió.
De acuerdo con la Ley Federal de Cinematografía, los exhibidores tienen la obligación de reservar el 10 % del tiempo total para la proyección de películas nacionales en sus respectivas salas, y además éstas tienen que estrenarse por un periodo no inferior a una semana.
Pero esta ley, explicó De la Riva, es tan ambigua que "queda a la interpretación". Los exhibidores, por ejemplo, cumplen la cuota colocando las películas en salas marginales o en horarios menos exitosos y en una semana las quitan.
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