La Mostra de Venecia recibió hoy con aplausos "El clan", la película con la que Pablo Trapero compite por el León de Oro y que cuenta una historia criminal real que es "síntoma de una época" y que "provoca una cierta incomodidad", explicó a Efe el realizador argentino.
Protagonizada por un gran Guillermo Francella, "El clan" cuenta la historia de la familia Puccio, que entre 1983 y 1985, los años finales de la dictadura argentina y el comienzo de la democracia, se dedicaron al secuestro y asesinato, incluso de amigos.
"Para mí esto pudo pasar porque es un síntoma de la época, el fin de la Guerra de Malvinas, el fin de la dictadura y llega la democracia", explica Trapero.
Una parte política que solo queda esbozada en el filme, una coproducción hispano-argentina que se centra en el desconcertante vínculo que une a una familia y especialmente en la relación padre e hijo (Alejandro, interpretado por Peter Lanzani).
"Eso era lo que más me fascinaba", la relación de esa familia, la "resistencia de la gente del barrio a creer que era cierto, de los compañeros del club de Alejandro, que era un jugador de rugby famoso, un tipo realmente querido en el club".
Cuando Trapero empezó a investigar para llevar a cabo un proyecto que comenzó en 2007, se fue sorprendiendo con el descubrimiento de que realmente los Puccio eran una familia ejemplar, o al menos lo parecían.
"No eran en apariencia ni freaks ni psicokillers, no respondían a ese estereotipo de familia disfuncional desde fuera, al estilo de la serie ´True Detective´. El hijo jugaba al rugby, la hija daba clases en una escuela, la madre era profesora. Todo eso fue muy sorprendente en mi investigación", explica.
Sorpresa porque si bien fue un caso muy conocido en su momento, estaba muy poco documentado públicamente y se conocían pocos detalles de las actividades de la familia, entre otras razones porque llevó años unir los diferentes casos de los que eran responsable.
"Tocó hacer una investigación un poco a la antigua, ir a tocar el timbre, hablar con gente, ir al club, hablar con los jueces que llevaron las causas, con familiares de las víctimas, con compañeros de Alejandro del club, con peritos, leímos las causas del juicio", recuerda Trapero.
Y uno de los peritos les contó que "este caso se estudia fuera de Argentina por lo extraño del caso", por ser una familia que delinque, que secuestra, que mantenía a los secuestrados -algunos incluso amigos- en su propia casa, que mataba, "una extraña combinación de elementos".
También trataron de hablar con algunos de los miembros de la familia, pero los que aún vivían cuando preparaban la película rechazaron esa posibilidad.
Ni el padre, que en 2012, ya fuera de la cárcel, dijo que quería hablar con Trapero para contar su verdad -sostuvo hasta su muerte en 2013 que era inocente-, pero luego no quiso.
Le hubiera gustado hablar con él para que le contara la implicación de la gente más poderosa porque "no es que alguien los atrapó, simplemente es que a alguien probablemente le convino que ellos cayeran porque de esa manera alguna que otra persona quedó menos expuesta".
Un hombre al que la película relata como alguien tremendamente controlador y frío con sus propios hijos, a los que hace colaboradores activos de sus delitos mediante chantajes emocionales.
Un papel interpretado magistralmente por Francella y muy alejado de sus papeles habituales en comedia o de sus personajes humanos en dramas como "El secreto de sus ojos".
Creyó que le sería difícil convencer a Francella para hacer un papel de "malvado de película", pero él dijo que sí de forma entusiasta e inmediata porque había vivido cerca del barrio y "había sido uno de los vecinos que pensaba que era un error".
"Lo fascinante para los dos era derribar un poco el mito de Guillermo porque había hecho experiencias dramáticas, pero aquí era un verdadero villano".
Un cambio que ha sido maravillosamente aceptado por el público en Argentina, donde la película ha llegado a los dos millones de espectadores en solo tres semanas de exhibición.
"El valor de una historia es lo que realmente hace que alguien se conmueva con una película", reflexiona el director, sorprendido con la reacción en su país y entusiasmado por el hecho de "sentir que hay público dispuesto a ver películas que hasta provoquen cierta incomodidad en quien la ve".
"Ahora todo el mundo está haciendo colas para ver la película, pero cuando empezamos con el proyecto, una de las cosas que nos preguntábamos era cuánta gente se iba a animar a ver esta historia", recuerda un sonriente Trapero.
"Para mucha gente es un caso real que puede no resultarles atractivo porque hay muchas cosas que podían conocer, incluso el final, y para las generaciones más jóvenes el caso es quizás un poco demasiado extraño y se podría correr el riesgo de ser demasiado ajeno, demasiado frío. Así que la verdad que me siento muy, muy agradecido con el público", añade.
Y ahora también feliz con la buena acogida en Venecia, un festival en el que ya presentó en 1999 con su ópera prima, "Mundo grúa".
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