Al olvidado fundador del festival de Cannes, abanderado del laicismo y precursor del cine en las aulas, Jean Zay, lo mataron por "desertor y judío” un 20 de junio de 1944. Seis décadas después, Francia lo encumbra en el Panteón de París y recupera su memoria con un documental.
A Zay, que era masón y socialista, lo buscaron tres milicianos en la celda en la que le confinó el mariscal Philippe Pétain durante la Ocupación alemana. Luego lo condujeron a una arboleda cercana a la capital de la Colaboración, se identificaron y lo acribillaron por la espalda. Desnudaron el cuerpo y, tras empujarlo terraplén abajo, lo pulverizaron con una granada de mano.
Presente en el proceso que en 1953 enjuició a los verdugos, el diario Le Monde contaba que uno de ellos, Charles Develle, preguntado por las palabras de la víctima al recibir el balazo, murmuró que Zay soltó un "Vive la France”. Al filo de esa línea arranca la rehabilitación póstuma que hace unas semanas ofició el presidente François Hollande en el parisiense Panteón.
Además de prolongar la escuela hasta los 14 años, Zay, que era titular de Educación del Frente Popular de Leon Blum, pasó a la historia como el padrino de una profunda reforma educativa en la Francia de los años 30. Pioneros, sus programas concedían al cine una particular importancia.
"No sólo financió los cinematógrafos, sino que impuso la proyección de películas pedagógicas de todo tipo, fue un amante de la experimentación y, claro, fundó (el festival de) Cannes”, relata a EFE el cineasta Alain Tyr, coautor del documental Jean Zay, Ministre du Cinéma.
El festival había nacido debido a dos disgustos. El primero le sobrevino a aquel jovencísimo ministro tras saber que la Italia fascista confiaba a Joseph Goebbels la dirección de la Mostra de Venecia: Zay convocó a su gabinete, desplegó un mapa y deslizó el índice entre Biarritz y Cannes.
Al poco le dijeron que Venecia había cedido a las presiones de Berlín para ignorar el alegato pacifista de Jean Renoir, La gran ilusión, y laurear en su lugar a la muy talentosa y nazi Leni Riefenstahl. Zay se impacientó y acabó encomendando a la Costa Azul la tarea de rivalizar con la cita veneciana.
Seducido por el rumor de los preparativos, el actor Gary Cooper se embarcó hacia Europa junto a una delegación de Hollywood para fondear en la Croisette donde alguien había levantado una maqueta de la catedral de Notre-Dame. De aquella edición que no fue, sólo quedó la maqueta. Era el 1 de septiembre de 1939 y, mientras Hitler invadía Polonia, Cannes amaneció sembrado de pasquines llamando a filas a los reservistas.
El día 2, Zay dimitió de su cargo y se alistó en el frente; al día siguiente, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Cannes no fue Cannes hasta 1946, Cooper no regresó jamás y nadie se acordó de Zay.
Capturado cuando trataba de abandonar el país, Zay fue el primer preso político del régimen de Vichy, que lo acusó de "desertor y judío”. A la muerte de Cooper, Cannes bautizó un premio con su nombre; el galardón se mantuvo dos años. De Zay se acordó un instante, casi a contrapié, del presentador de la ceremonia de la pasada edición del festival.
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