domingo, 10 de marzo de 2013

Kon-Tiki, un viaje al Oscar

Auno le hablan de cine nórdico y lo último que espera es una película de nombre exótico y parcialmente ambientada en la Polinesia. Pero si hay algo que caracteriza a los nórdicos es su espíritu viajero. Y su buen hacer, del que Kon-Tiki, dirigida por Joachim Rønning y Espen Sandberg, es un buen ejemplo: su factura es impecable.

Kon-Tiki es el relato de un episodio de la vida de Thor Heyerdahl, antropólogo noruego que en 1947 emprendió un viaje a través del Pacífico para demostrar que la Polinesia podría haber sido poblada ya en la etapa precolombina desde Sudamérica, y no desde Asia, como se creía.

Thor reclutó a un grupo de aventureros, formado por cuatro noruegos y un sueco. Durante 101 días la tripulación atravesó el Pacífico desde el puerto de Callao, en Perú, recorriendo cerca de 8.000 km, dejándose llevar por las mareas y el rumbo del viento. Thor y su tripulación emplearon una balsa de madera construida siguiendo el modelo de embarcación peruana precolombina que fue bautizada Kon-Tiki, en honor al dios del sol inca.

Pero, más allá de la historia que narra, Kon-Tiki es también la historia del viaje emprendido por Noruega hacia los Oscar. Con Kon-Tiki, Noruega ha querido lanzarse al mercado internacional, con un título cuya producción ha superado en inversión a cualquier otra película noruega realizada en la historia de su cinematografía: 88 millones de coronas (cerca de 15,6 millones de dólares).

La historia de este filme está construida a retales. Combina la dramatización de la expedición liderada por Thor Heyerdahl con la inclusión de fragmentos del documental que el propio Thor rodó durante la travesía y que se hizo con el Oscar al Mejor Documental en 1951.

El comienzo de Kon-Tiki logra captar la atención del espectador y mantenerle expectante, ante lo que promete ser una película sorprendente. Y así lo es durante su primera media hora, en la que Joachim Rønning y Espen Sandberg logran mantenerse a la altura de las expectativas. Sin embargo, a medida que el filme avanza, uno tiene la sensación de haber visto esta película antes. El modo en que el filme narra la apasionante aventura cae en convencionalismos formales que no dejan de resultar poco innovadores. Y uno siempre espera más, tanto por la historia que narra como por su inversión millonaria, así como las capacidades técnicas demostradas por su equipo.

Uno tiene la tentación de caer en estereotipos y hablar de la frialdad propia de los países nórdicos. Pero si dijese que Kon-Tiki no logra transmitir, estaría mintiendo: su inicio logra emocionar al espectador e introducirle en esta ambiciosa aventura, y la fuerza de voluntad y empeño de su personaje principal transmite una forma de ser muy propia de los países nórdicos con su mensaje de que la ambición y el esfuerzo tienen recompensa. Pero la emoción no se mantiene a lo largo de todo el metraje y cuando la historia llega a su fin uno tiene la sensación de haber obtenido una resolución fácil y altamente predecible a una película que había creado en el espectador la ilusión de ser un filme redondo.

A pesar de sus carencias, Kon-Tiki es un filme de calidad y altamente satisfactorio si uno tiene en cuenta que se trata de una película de aventuras. Sin embargo, mi mirada deformada de cinéfila en busca de historias con algo más que entretenimiento, observa las carencias con mayor detenimiento y se detiene a lamentarse por lo que esta película podría haber sido y no es. Rodada en dos idiomas, noruego e inglés, Kon-Tiki es, a pesar de todo, un éxito mayúsculo en sus principales objetivos: recaudar en taquilla y llegar a los Oscar. Con Kon-Tiki, Noruega logró su quinta nominación al Oscar a la Mejor Película Extranjera. (Extracine)

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