La Palma de Oro de la 67 edición del Festival de Cannes se entrega hoy con una abierta división de opiniones, que oscilan entre la modernidad y juventud de Mommy, del canadiense Xavier Dolan, y el cine más consolidado de nombres como Nuri Bilge Ceylan (Winter Sleep), Naomi Kawase (Still the water) o los hermanos Dardenne (Two Days, One Night).
Pero hay más nombres que se apuntan como favoritos, desde el mauritano Abderrahmane Sissako al británico Mike Leigh pasando por el estadounidense Bennett Miller.
Sin embargo, ayer la comedia romántica Le Combattants, primer largometraje del francés Thomas Cailley, se llevó los tres principales galardones de La Quincena de Realizadores de Cannes, sección paralela del Festival. La cinta, una historia de amor y supervivencia a partes iguales, interpretada por Kevin Azaïs y Adèle Haenel, se llevó el Art Cinema Award, el premio Label Europa Cinema y el que otorga la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos.
El galardón al mejor cortometraje fue para la portuguesa Margarida Rego por la cinta A caça revoluçoes, mientras que el corto rumano Trece si prin perete, de Radu Jude, recibió una mención del jurado. Se quedó sin galardón Refugiado, un trabajo del director argentino Diego Lerman que cautivó al público en su estreno con la historia que narra la huida de Laura y su hijo Matías para escapar de los golpes de un padre que apalea a su esposa embarazada. El documental del alemán Win Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, The Salt of
The Earth, sobre el fotógrafo brasileño Senbastiao Salgado recibió ayer el Premio Especial de la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes, que eligió como mejor película a White Dog, del húngaro Kornél Mndruczó.
Una nota interesante, fue la aparición en la alfombra roja, ayer, de los protagonistas de Pulp Fiction, Quentin Tarantino, Uma Thurman y John Travolta, acompañado por su mujer, Kelly Preston, que hace 20 años lograrán la Palma de Oro en Cannes.
Travolta y Thurman apuntaron incluso algunos pases del baile que realizaron en el filme y que se convirtió en una de las escenas más emblemáticas del cine de Tarantino.
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