domingo, 17 de febrero de 2013

Los premios Oscar 2013: Guía informativa

Uno: El próximo domingo veremos, como cada año, los premios Oscar 2013. Ésta es, se sabe, una ceremonia que intenta disimular lo obvio: que es difícil aguantar, por cuatro largas horas, su caravana de celebridades mayores y menores agradeciendo a gente que no conocemos. El disimulo consiste, para el caso, en tratar de armar un show de variedades: clips de películas, vestidos y joyas de marca, números musicales y, sobre todo, un comediante que haga las veces de maestro de ceremonias y que sea capaz, con sus ensayados oficios, de combatir nuestro aburrimiento. Dos: Este año, la “Academia” (que no es una academia sino un sindicato) decidió cambiar: contrató como maestro de ceremonias al joven escritor de chistes Seth MacFarlane, conocido entre nosotros (y entre ellos) por sus series televisivas Padre de familia, American Dad y por el reciente éxito taquillero Ted (ésa con el obsceno osito de peluche). El problema: cada vez menos gente está dispuesta a sentarse frente al televisor durante las ya mencionadas cuatro horas, particularmente los jóvenes, que han perdido interés o nunca lo tuvieron. MacFarlane, se supone, será el antídoto, a esta tendencia, con su humor efectivo aunque grueso, “audaz” más que inteligente, versión un tanto más recatada del de South Park. Se cree que son las groserías (e.g.: chistes sobre pedos) lo que la juventud quiere. Tres: Una manera de aguantar el Oscar es hacer correr plata: apostar. Este año, según los apuntadores de apuestas, las cintas y actores favoritos son, lamentablemente, unánimes, lo que convierte este juego en otro homenaje al tedio. Es muy probable que Daniel Day Lewis sea escogido como mejor actor por su interpretación (se dice que prodigiosa) de Lincoln, en la película del mismo nombre de Steven Spielberg (ahora en cartelera, en Bolivia). Y, además de Lincoln, la otra gran favorita en la categoría “a mejor película” es Argo de Ben Affleck. Cuatro: Hace cuatro años, la “Academia” decidió duplicar el número de nominadas a “mejor película”. La idea nació de otra evidencia: que películas mediocres se convierten en “favoritas del público” y merecen, por lo menos, ser nominadas, así no se desprecia a la audiencia televisiva (una cuestión de ratings, otra vez). En los hechos, esta ampliación ha permitido que filmes un tanto difíciles (es decir, algo a contrapelo del gusto mayoritario de la Academia) sean nominados: El árbol de la vida de Terrence Malick, por ejemplo, que ingresó a las listas del Oscar del año pasado. Este año, Amor de Michael Hanecke se coló en la lista, contra todo pronóstico (es una película demasiado buena para el Oscar). El resto es un grupo disparejo: si atendemos a los críticos, hay películas regulares (como Lincoln y Argo), varias buenas (Bestias del sur salvaje y Una aventura extraordinaria) y, sobre todo, una ausencia escandalosa: The Master de Paul Thomas Anderson. Cinco: La Academia, decíamos, es un sindicato. Tiene un poco menos de 6.000 afiliados y el bloque más grande (casi un 25% del total) son los actores. Para las nominaciones votan por oficios (los directores por los directores, los fotógrafos por los fotógrafos, etcétera), salvo en la categoría de mejor película, en la que votan todos. Y para la elección final votan los 6.000 en casi todas las categorías. Estos datos no dicen mucho, sin embargo. Más interesante son los que logró el periódico Los Angeles Times, empeñado en construir un “censo” de la Academia. El resultado: éste es un sindicato de viejos (el promedio es 62 años), blancos (94% de “caucásicos”) y hombres (el 77%). Seis: Este club de hombres viejos y blancos tiene sus gustos y prejuicios: casi nunca nomina dibujos animados (¿poco serios?), comedias (¿poco serias?) y tiene dificultades de lectura: casi no puede leer subtítulos (¿la vista les falla?). Ninguna regla prohíbe que una película en “lengua extrajera” sea nominada a la categoría a la “mejor película”. Sin embargo, en 85 años, y de las casi 450 películas que el Oscar ha nominado en esta categoría, sólo nueve (incluyendo Amor, este año) han tenido “el defecto de hablar una lengua extranjera”. (Y de esas nueve, sólo dos memorables: La gran ilusión de Jean Renoir en 1938 y Gritos y susurros de Ingmar Bergman en 1973). Siete: Entre nosotros, los premios Oscar tienen dos beneficios. El primero es obvio y lo podemos ver ahora mismo en cartelera: gracias a las nominaciones y premios, los distribuidores locales se animan a programar algunas películas. Además de Argo, Una aventura extraordinaria, Djangosin cadenas, Lincoln, Los Miserables, se anuncian ya los estrenos de Amor, Los juegos del destino y La noche más oscura. Ocho de las nueve nominadas. El otro beneficio tiene que ver con los circuitos de la piratería: como los miembros de la Academia no necesariamente ven mucho cine, a la hora de hacer campaña los estudios les envían copias, en DVD, de sus películas. Y no pocos de esos “académicos” las venden. Gracias a ellos, la piratería funciona. Ocho: Si tuviera que repartir premios a los “mejores choferes del año”, es imaginable que el Sindicato de Transporte de La Paz los concedería por “el mérito de conducir de noche, sin luces, durante el periodo más largo”. O “por manejar borracho sin causar accidentes” (hazaña que sus propios dirigentes han reivindicado). O por “la creación de la mayor cantidad de tramos para la menor distancia”. Lo que quiero decir es que la cultura de un sindicato no es la que se formula y divulga, sino la que se practica. El sindicato que se premia a sí mismo en el Oscar no es en ello sino otro sindicato. Uno que ha premiado Lo que el viento se llevó, La vuelta al mundo en 80 días y La novicia rebelde. O, si hablamos de tiempos cercanos, que prefirió premiar, el mismo año, Rocky en vez de Taxi Driver, Gente como uno en vez de El hombre elefante y Toro salvaje), Pelotón en vez de Hannah y sus hermanas, Shakespeare enamorado en vez de La delgada línea roja. O que premia estupideces: Chicago, por ejemplo. Y medio: Hay dos clases de premios cinematográficos: los otorgados por sindicatos (César, Oscar, Goya) y los que un jurado, en un festival, reparte (Cannes, Berlín, Venecia, San Sebastián). Entre una y otra categorías hay cientos: el cine sea acaso el único arte en el que es posible pensar que hay más premios entregados cada año que películas producidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario