domingo, 11 de enero de 2015

St. Vincent llega a la gala de los Golden Globes con dos nominaciones

St. Vincent (2014) es la opera prima de Theodore Melfi. Con apenas cinco cortometrajes en sus espaldas, este joven director estadounidense nos ha brindado uno de los mejores títulos del 2014. No, no es una exageración.

La narración y sus tramas son un estereotipo dentro el cine norteamericano: un veterano de Vietnam, asocial, gruñón y de mal vivir, cambia radicalmente su relación con el mundo tras encontrarse con el hijo de la vecina nueva (que, por cierto, acaba de divorciarse y trabaja casi siempre horas extra). Todo esto transcurre en Nueva York, más concretamente en Brooklyn. Entonces, ¿qué hace de esta típica historia gringa uno de los mejores filmes de la temporada? Intentaremos responderlo.

Uno de los puntos que sale a relucir inmediatamente es el impecable reparto y los nombres que lo conforman. Este cuerpo actoral, gracias a su naturalidad y más allá del guión o la puesta en escena, es capaz de proyectar en el espectador una empatía que inmediatamente, apenas transcurridos unos pocos minutos, transforma el visionado en una experiencia de alta sensibilidad humana.

Con Bill Murray (Vincent) en el protagónico, aquel viejo cascarrabias, alcohólico y apostador del que hablábamos, una de las mejores caracterizaciones de su carrera -por los matices apenas perceptibles, por la fidelidad y el temple de la interpretación, por hacer de un personaje a todas vistas infame uno entrañable-, el trabajo de Ted Melfi podría tranquilamente sostenerse sin mayores aspavientos. Pero, para bien nuestro, el pequeño Jaeden Lieberher (Oliver) es un partner que en ningún momento desluce ni se opaca, acompaña con solvencia al gigante Murray y lo consigue sin hacer uso de recursos melifluos ni chantajistas.

Por otro lado, Melissa McCarthy sigue abriéndose lugar dentro el universo de la comedia y se la encuentra cada vez mejor posicionada. Finalmente, cabe dedicarle unas líneas a la fantástica Naomi Watts que, a pesar de su rol secundario, siempre acostumbrada a jugar con los extremos de sus capacidades histriónicas -esta vez como una estríper rusa embarazada y envuelta en una relación laboral/sentimental con Vincent-, ofrece una cátedra actoral que va desde la perfecta construcción del acento extranjero, hasta detalles mínimos en la forma de caminar o comer. Excepcional.

Pero no solo de actuaciones está hecho el buen cine y St. Vincent ofrece más. A pesar de basarse en viejos esquemas, el guión, también firmado por Melfi, logra apartarse del canon y ofrecer una comedia oscura, regada de ironía y contrasentidos. Sin embargo, aunque se sitúa en esos márgenes, nunca los traspasa y respeta ciertos códigos que le dan un peculiar acabado. Si bien muchos de los tópicos y las formas en las que se los aborda podrían incomodar a más de uno, es imposible que el público no baje la guardia y acabe seducido, enternecido y conmovido con los retratos de estas vidas desdichadas, llenas de deudas, vicios, frustraciones y temores, y su feliz desenlace común.

De excepcional factura en cuanto locaciones, vestuario y arte en general, complementadas en una también correcta fotografía, St. Vincent compite esta noche por dos estatuillas en los Golden Globes (Mejor Musical o Comedia y Mejor Actor Principal de Comedia) y ustedes ya pueden encontrarla en el mercado pirata de nuestra ciudad -sin perder, claro, la esperanza de poder tenerla pronto en cartelera-.


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